BARILOCHE.- En coincidencia con la celebración de sus 15 temporadas, el primer concierto del ciclo de este año fue recibido por una numerosa concurrencia que colmó el salón Llao-Llao. El directivo Martín Nijenson hizo la presentación con un ajustado recuerdo de las ediciones anteriores, rindió homenaje a Abel López Iturbe por lo que significó para la consolidación del proyecto y Nelson Castro se encargó de los comentarios previos a la actuación.
Luego se recibió con un caluroso aplauso a los integrantes de la joven Orquesta Sinfónica del Neuquén; al trío de solistas conformado por Paula Peluso (piano), Claudio Baraviera (violonchelo) y Rafael Gintoli (violín), y al director Andrés Tolcachir, responsables de ofrecer el Triple Concierto de Beethoven, una obra que si bien aparece opacada por los cinco conciertos para piano, algunas de las sinfonías y básicamente el corpus de su creación referido a la música de cámara y sonatas para piano, es atractiva para el lucimiento de los intérpretes.
Desde el punto de vista musical, la versión dejó escuchar el carácter intimista del primer movimiento, la inspirada línea melódica de una verdadera romanza dedicada, en especial, al violonchelo en el segundo, y todo el empuje del rondó final con su carácter a la polaca en cuanto a su dinámica, aspectos que fueron muy bien logrados, en especial por el organismo orquestal, al que se escuchó con una calidad superior en relación con su anterior actuación en este festival.
Y esta apreciación se vio confirmada en la segunda obra, cuando la orquesta cumplió muy buena labor con la entrega de la célebre y vibrante Quinta Sinfonía de Tchaikovsky, ideal para el lucimiento de los solistas de instrumentinos y de trompa, todos ellos con pasajes muy comprometidos y de gran inspiración. Como el director ofreció una versión bien a la rusa y ampulosa en la sonoridad general, la fila de bronces y el timbal se escucharon en un primer plano.
Fue atractivo y hasta dramático el duelo que se produjo con motivo de la coincidencia del recital ofrecido por el dúo conformado por la violinista hungara Edua Zádory y la pianista argentina Fernanda Morello casi en forma simultánea con la transmisión en directo del partido de los Pumas. Sin embargo, el auditorio para el recital estuvo colmado y las jóvenes artistas desarrollaron su programa con toda normalidad, luego de escucharse la palabra del pianista y musicógrafo Antonio Fornaro, que explicó las obras del programa iniciado con una bella versión de la Primavera de Beethoven, esa hermosa composición que comienza con una encantadora melodía algo bucólica y delicada, que fue cantada por las hermosas damas, con sutil transparencia y refinamiento. Es que Zádory y Morello dejaron escuchar buenos recursos en el dominio de sus respectivos instrumentos y atinado criterio.
Y por fin llegó la noche de una poco frecuente jerarquía musical cuando el cuarteto de cuerdas Vivace, con el pianista Iván Rutkauskas, concretó dos versiones memorables de los Quintetos con piano de Schumann y Shostakovich. Es que la agrupación, conformada por Roberto Rutkauskas y María Javiera González (violines), Carolina Folger (viola) y Nicola Rossi (violonchelo), es un conjunto que desde su creación, en 2001, trabaja como una unidad artística y espiritual que prepara las obras buscando su contenido profundo y una calidad de sonido y de ajuste perfectos. De ahí que su futuro haya de ser el de una agrupación de nivel y reconocimiento mundial.
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